Apocalipsis figurado de los duques de Saboya
Ms. Vitrina I. Real Biblioteca de El Escorial. 1428-1490
El ms. escurialense Vit. I es, en opinión de varios especialistas, el más bellamente ilustrado de cuantos atesora la rica Biblioteca de San Lorenzo el Real. Es obra de los iluminadores Jean Bapteur y Péronet Lamy, en una primera etapa que abarca desde 1428 a 1435, y de Jean Colombe, en una segunda y última etapa que va de 1485 a 1490. Las cuentas de tesorería de la casa de Saboya dan un detalle pormenorizado de los pagos que se hicieron a estos tres iluminadores y en qué concepto.
El trabajo fue encargado por Amadeo VIII. La progresiva influencia de personalidades que se introducen en la corte, procedentes de la casa real francesa, como Bonne de Berry y su hija Bonne de Bourbon, haría que el duque Amadeo VIII, hijo de esta última, se apasionase por las obras de arte y quisiera emular a su abuelo Jean de Berry en el mecenazgo de artistas. Este interés de Amadeo VIII se reforzó a raíz de su matrimonio con María de Borgoña.
Empezó, pues, a encargar manuscritos con los que enriquecer su biblioteca y mandó encuadernar los que ya poseía con vistas a su retiro a Ripaille. Con este objeto mandó traer a la corte a un grupo de artistas que dieron origen a la escuela saboyana de miniatura. Como cabeza de equipo de esta escuela aparece Jean Bapteur de Friburgo con el título de "pintor del duque", y como principal discípulo, Péronet Lamy, de estilo más sosegado. Cincuenta años más tarde se incorporaría a la escuela Jean Colombe, reclamado por Carlos I, biznieto de Amadeo VIII, para que terminara el inacabado códice del Muy rico libro de horas del duque de Berry, empezado por los hermanos Limbourg, que el duque había heredado. Nada más acabar este manuscrito, se le encargó la terminación del Apocalipsis , que también se había quedado en sus veintitantos primeros folios.
El manuscrito del Apocalipsis figurado de los duques de Saboya Consta de 49 folios de fino pergamino avitelado, Todos los folios llevan una miniatura que ocupa más de un tercio de la caja, en la parte superior. A un lado de cada "cuadro" aparece siempre san Juan Evangelista como espectador de lo que está ocurriendo.
El texto es a dos columnas separadas por un corondel que, a veces, también lleva motivos ornamentales, aunque casi siempre va en blanco. La escritura es gótica francesa, probablemente realizada por el escriba Gardino que aparece mencionado en las cuentas de tesorería de la casa de Saboya como "scriptor domini", junto a Jean Bapteur, recibiendo cada uno de ellos la suma de un florín el 19 de enero de 1431.
- El texto del primer folio (recto y vuelto) es un proemio relativo a la vida de san Juan, a su martirio, ordenado por el emperador Dominiciano, y a su posterior destierro a la isla de Patmos, donde, según él, recibe la orden divina de escribir el Apocalipsis.
- A partir del folio 2r y hasta el 47r, la parte del texto escrita en negro corresponde a la transcripción fragmentada del Apocalipsis de san Juan, y la que está escrita en rojo es otra transcripción, también fragmentaria, del comentario de Berengaudus o Berengario, de quien sólo se sabe que vivió en el siglo IX y que, probablemente, perteneció a la orden de los benedictinos. Pese a lo desconocido del autor, su comentario es, por el contrario, uno de los más leídos, reproducidos y valorados por cuantos estudiosos han abordado el tema del Apocalipsis. fue uno de los pioneros, junto con Beato de Liébana, de la multitud de comentaristas del Apocalipsis que surgirían en siglos posteriores para contemplar el texto de san Juan bajo diversos ángulos: desde perspectivas históricas; con visiones futuristas; con interpretaciones heréticas frente al catolicismo imperante, e, inversamente, con interpretaciones católicas frente al cisma protestante. Su interpretación del significado del texto juanino, junto con la de Beato de Liébana, en España, fue la seguida y admitida durante toda la Edad Media.
- Del 47v al 49r se narran e ilustran diversos milagros obrados por san Juan.
Folio 20r
Esta es una de las pinturas del códice que, aun siendo de las más simples en su temática y composición, posee mayor fuerza expresiva y trascendente. Dice el texto de san Juan que apareció en el cielo una señal grande: "una mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre la cabeza una corona de doce estrellas". Esto es lo que refleja fielmente el cuadro, con la espléndida figura de esa mujer rodeada por un sol refulgente de gruesos rayos serpenteantes, rasgados por rayos más finos que son las únicas líneas rectas que aparecen en la composición. A sus pies, efectivamente, asoma una luna en cuarto creciente, con una única concesión a la imaginación del pintor: ese otro rostro pálido de mujer, grave y sereno, que surge de la luna mirando hacia abajo. La cabeza de la mujer envuelta en sol, con los largos cabellos desparramados por los hombros, está rodeada por un nimbo en el que se distinguen, en un tono de oro más pálido, las doce estrellas que menciona el texto. "Y estando encinta, gritaba con los dolores de parto y las ansias de parir". No aparece su rostro contraído en un grito, sino en un dolor contenido, más intimista, que se apoya en el gesto de las manos: una, abierta sobre el pecho, como ahogando precisamente ese grito de que habla san Juan; la otra, crispada sobre el vientre abultado, estrujando el manto que la envuelve. Merece la pena detener un momento la vista sobre ese manto, porque la resolución pictórica de sus pliegues y repliegues, luces, sombras y volumen envolvente es un auténtico prodigio de armonía y movimiento.
La orla de miniatura vuelve a utilizar elementos geométricos en su decoración. Un sinfín de paralelogramos, triángulos y cuadrados se suceden en tonos rojo, azul, verde y negro dando una sensación caleidoscópica de vidriera.
Folio 43v
Aunque en esta página el texto termina con la frase "el diablo (...) será arrojado en el estanque de fuego y azufre", la descripción pictórica no llega hasta ella, pues, además, esta frase se repite al comienzo del folio siguiente y sirve de tema para su pintura. Aquí, por lo tanto, se describe tan sólo cómo Satanás, libre ya de su prisión, reúne para la guerra a las naciones que "moran en los cuatro ángulos de la tierra" y éstas, constituidas en numerosísimo ejército, "cercan el campamento de los santos y la ciudad amada"; pero desciende fuego del cielo y los "devora". Esto es, en líneas generales, lo que se pretende reflejar en este cuadro de impresionante belleza. Satanás aparece ahora, en primer término, bajo una nueva figura: la de una bestia con forma de dragón alado, piel de pantera y crin formada por las siete cabecitas clásicas, en cuyo antiguo lugar presenta aquí una cabeza lobuna.
Como símbolo de su poder, una impresionante corona de oro luce sobre esa cabeza. Su ejército, tan numeroso "como las arenas del mar", se debate en un tumulto indescriptible ante el ataque de esa llamarada de fuego proveniente del cielo que, como una melena, se extiende sobre la nutrida hueste. Una vez más, Jean Colombe demuestra su maestría para captar movimientos del cuerpo humano o animal. Véanse, si no, esos caballos de la derecha que, en su caída, arrastran o hacen tambalearse a sus jinetes. Por su parte, el palacio-fortaleza del fondo, que representa la ciudad sitiada de los santos, es ya un auténtico portento de gracia y diversidad arquitectónica. Los tejados cubiertos de pizarras se adornan de chimeneas, buhardillas, veletas y caprichosas crestas de hierro forjado. Las torres, cuadradas, redondas, con o sin matacanes, cubiertas o con campanarios abiertos, distribuyen sus esbeltas siluetas a distintas alturas, por entre las que asoman las fachadas rectas o curvas de los edificios, abiertas en galerías de arcos o en cristaleras enmarcadas en pétreas filigranas.