Beato de Osma

Biblioteca de la Santa Iglesia Catedral de El Burgo de Osma (Soria). 1086

El Beato de Osma es un tipo de códice eminentemente hispano. De las treinta y dos copias medievales hoy conocidas del Comentario de Beato al Apocalipsis, sólo dos se escribieron fuera de la Península: la que se hizo para el abad Gregorio en el tercer cuarto del siglo en el monasterio gascón de Saint-Sever (París, Bibliothéque Nationale, Ms. lat. 8878) y otra, hecha en el siglo XII en el centro de Italia (Berlín, Staatsbibliothek Preussischer Kulturbesitz, Ms. Theol. Lat. Fol. 561). Es un códice de lujo, cuidadosamente escrito e iluminado, de 166 hojas de pergamino de mediano grosor. Los folios son de un blanco puro por el lado carne; y tanto el recto como el verso muestran un acabado de gran calidad y suavidad. Cada folio mide no menos de 360 x 253 mm. de los cuales el texto ocupa aproximadamente 285 x 170 mm. El pautado, como en todos los manuscritos hispanos anteriores al siglo se ha hecho a punta de estilete. Los renglones se marcan en general por la cara pelo, antes de plegar las hojas por la mitad, de manera que en la cara carne resulten ser una arista levemente saliente en lugar de una hendidura como en la cara pelo. Por lo general las columnas de texto son dos, de 43-44 líneas cada una, pero el códice presenta también otras disposiciones distintas, aunque similares.

El Beato de Osma representa el último florecer de la escritura nacional hispana, hoy llamada visigótica por los paleógrafos. Esta escritura de trazos vigorosos, dominó la producción manuscrita de la Península ibérica durante más de cinco centurias, hasta que fue sustituida por la minúscula Carolina en el siglo Xll.  A un solo calígrafo se atribuye en el folio 138v, la labor de haber copiado el Beato de Osma: «MEMENTO MEI PETRUS CLERICUS SCRIPSIT», pero la paleografía demuestra que fueron varios los que se esforzaron en la tarea.

 En cuanto a los encabezamientos y las iniciales ornamentales,  resultan decepcionantes en comparación con la excepcional calidad del pergamino y de las miniaturas del manuscrito. En todo el códice hay sólo dos ejemplos de encabezamientos en color acompañados de una inicial con entrelazos que puedan guiar al lector a través del texto, y los dos son de diseño poco inspirado y pobre dibujo. Dan la impresión de haber sido copiados simplemente de un modelo.

Los colores utilizados en el Beato de Osma —tonos de amarillo, verdes, púrpura y, predominantemente, el azul oscuro y el rojo— son opacos y dominan la página ilustrada.  Bajo la omega del folio 163, consigna su nombre Martinus. Por tratarse de una página iluminada, se le ha considerado generalmente como autor de las ilustraciones. Presenta un estilo muy uniforme: el drapeado se logra con breves trazos paralelos y cabrios invertidos, la caras tienen largas narices convexas dibujadas con dos líneas paralelas, los ojos están como subrayados, las mejillas moteadas, los brazos se alargan y quedan unidos a los hombros sólo por una estrecha ligazón, los dedos extendidos —que pueden ser uno sólo o dos— alcanzan una longitud inusitada.

El Beato de Osma lleva claramente la fecha de 1086, pero los investigadores discrepan sobre cuál sea con exactitud su lugar de origen. Paleógrafos e historiadores del arte lo han atribuido alternativamente al monasterio de Santa María de Carracedo (al oeste de Astorga), a Osma mismo, o a algún lugar más al este en el centro de Castilla.  Hoy, sin embargo, es claro que su formato físico, escritura y ornamentación apuntan incontrovertiblemente al monasterio leonés de Sahagún como lugar de origen, monasterio del cual se conserva una abundante documentación relativa a su historia . En la segunda mitad del siglo XI pasó a ser además un centro importante de actividad económica e intelectual, respaldado por los abades Alvito, Gonzalo, Fernando, Julián y Bernardo de Sedirac.

El Beato de Osma es un espléndido testimonio de la larga y notable tradición hispana de producción de manuscritos en la Edad Media, y marca el último florecer de la escritura nacional y de la producción visigótica de códices. El manuscrito ofrece, tanto a paleógrafos y codicólogos como a historiadores del arte, una excelente oportunidad para estudiar las técnicas de trabajo en los monasterios de finales del siglo XI y evaluar el impacto de la influencia gala en el scriptorio de Sahagún. 

Folio 34v-35. El Mapamundi

Con el mapamundi que ilustra las «sortes apostolorum» en el prólogo del libro II, se introdujo este recurso monumental en los manuscritos del Comentario y allí se extendería a otras escenas en los códices de más reciente tradición. Los dieciséis mapas que se conocen inspirados en el referido pasaje constituyen uno de los capítulos más amplios y homogéneos de la cartografía occidental hasta comienzos del siglo XIII; y en él destaca, por la riqueza de su documentación y ornato, el que se despliega en los ff. 34v-35 del ejemplar de Osma. 

El elemental diagrama tripartito del orbe se presenta ya contaminado por otro tipo cartográfico que la Edad Media recibió también de la Antigüedad tardía: el mapa zonal, llamado «macrobiano», con divisiones horizontales que señalan de Norte a Sur los distintos climas del orbe. La porción extrema del hemisferio austral se segrega así de África y Asia por un brazo oceánico para constituir la abrasada terra incognita del cuarto continente. Aporta la novedad de sustituir la mención de los antípodas por la de los esciápodos, lo que se refleja además en su ilustración. Un imaginario antepasado de los patagones ocupa allí la tierra austral, protegiéndose del rigor solar con su único y descomunal pie alzado.

La huella y signo de los tiempos se percibe también en la manera de representar a los apóstoles en las regiones que a cada uno de ellos le correspondió evangelizar. las cabezas se figuran en tres cuartos, prolongándose algunas de ellas hasta los hombros, como si fueran bustos, y se las presenta sobre unos rectángulos con variada decoración. A Santiago el Mayor y a san Pedro se los realza, en fin, enmarcándolos en sus respectivos santuarios.

La extensión que en el mapa de Osma se concede a Tierra Santa, así como la considerable precisión de su topografía, abunda en esta nueva concepción. En efecto, los contornos de la costa mediterránea desde la altura de Antioquía hasta Alejandría, y los del extremo norte del Mar Rojo, con la península del Sinaí entre el golfo de Suez y el de Akaba, configuran la única porción del orbe que reconoceríamos de inmediato sin necesidad de letreros. La situación de las ciudades mencionadas es relativamente correcta, al igual que la de Tiro. No lo es tanto la de Jerusalén, forzada a ocupar el centro del mundo; y si el desmesurado Jordán se encuentra más al Sur de lo que debiera, su curso, acotado por el Mar de Galilea y el Mar Muerto, se aproxima a la realidad más que el de ningún otro río del orbe.

De toda esta geografía nos interesa la que nos lleva a Compostela. De los confines, marcados en rojo, que delimitan la Península, «Gallecia» ocupa las dos terceras partes. Aun contando con que una porción de este territorio corresponde a «Astvrias». Se indican allí «Olisbona», «Kartagine» y «Terragona», vieja toponimia que quizá equivalga a las circunscripciones provinciales de la Lusitania, la Tarraconense y la Cartaginense, mientras que la evocación, por medio de una fortaleza, de la Toledo recién conquistada (1085) nos hace regresar a la viva actualidad en la que el mapa se produjo. Pero ésta se manifiesta aún con más fuerza en las imponentes dimensiones que se dan al santuario de Santiago.

Sólo a él y a san Pedro en Roma se les concede el honor de enmarcar sus imágenes en la correspondiente basílica martirial, pero con franca ventaja para la de nuestro apóstol, cuya fábrica casi dobla en altura y longitud a la del primero de los pontífices. Por entonces estaba en construcción en Compostela la actual basílica románica, iniciada en 1075 y con una monumentalidad insólita en el arte peninsular. Más significativa aún, en este sentido, es la presencia del faro romano de La Coruña, la llamada luego Torre de Hércules, que era por cierto, por entonces, propiedad de la Iglesia compostelana.

Facsímil en Catálogo Fama
Institución que alberga el original :  Catedral de El Burgo de Osma