Códice rico de las Cantigas de Santa María

Códice T.I.1. Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. 1278

El códice escurialense T. I. 1. de las Cantigas de Alfonso X el Sabio es un voluminoso tomo de 503 x 338 mm. y 130 mm. de grueso, compuesto de 256 hojas de pergamino avitelado de 486 x 332 mm. que llevan foliación moderna a lápiz con numeración arábiga. El texto se reparte las más de las veces en dos columnas: una de notación musical y otra de letra; o en una sola columna central, más ancha, con la música al comienzo de cada composición y la letra en las demás columnas. La caja de la escritura oscila entre los 325 y 329 mm. de altura; la anchura varía mucho, pues va desde los 125 y 130 mm. hasta los 135 y 145 para una sola columna, y desde los 150, 185 y 190 mm. hasta los 203, 215 y hasta 220 para dos de ellas.

La letra en que está escrito el códice escurialense T. I. 1 de las Cantigas es la denominada corrientemente gótica libraria. Al comienzo de cada cantiga se ofrece una capital, muy bella en general, de tres a cuatro cm. las más (151), llegando algunas a los seis y hasta los diez cm. (42 letras), siempre en la decoración gótica de gusto francés y con predominio de colores azules. El texto va escrito en tinta negra, excepto aquellos versos dísticos de comienzo que se repiten al principio de cada estrofa (estribillo), que van en tinta roja. Estas estrofas llevan alternadas una de aquellas iniciales en rojo o azul con rasgueos. Al pie de las páginas y a todo lo ancho de las dos columnas del texto, unas veces, otras dividida también en dos columnas, y otras, en fin, debajo de las miniaturas, se halla la explicación de cada cantiga, en prosa castellana y letra igual que la de aquéllas.

Hay mas estudios dedicados al otro códice escurialense, el b. I. 2, por ser el que mayor número de composiciones abarca (193 composiciones, contra 412 del b. I. 2). Pero, desde el punto de vista pictórico, las cuarenta miniaturas de éste, dedicadas casi exclusivamente a figuras de músicos, no admiten comparación con las mil doscientas sesenta y cuatro del T. I. 1, verdadero «reportaje gráfico», de la vida española de hace siete siglos y muestra singular del arte, la habilidad y la inspiración de los iluminadores de libros de la corte alfonsí.

SOBRE LAS CANTIGAS

El manuscrito de las Cantigas de Santa María, escritas en galaicoportugués y en notación musical mensurada en la corte del rey Alfonso X el Sabio durante la segunda mitad del siglo XIII, constituye una de las colecciones de canción monódica más importante de la literatura medieval occidental. De corte trovadoresco y paralitúrgico, se diferencia de la temática abiertamente profana de los trovadores del resto de Europa y de la música sacra de la época.

Se trata de un conjunto de 427 composiciones en honor a la Virgen María. La mayoría son cantigas que cuentan milagros sucedidos con la intervención de María; integran también la obra las Cantigas das Cinco Festas de Santa María, las Cinco Cantigas das Cinco Festas do Nostro Señor, el Cantar dos Sete Pesares que víu Santa María do seu fillo y una maia. La devoción mariana estaba en auge en ese siglo: frailes, clérigos y caballeros en general participaban en ella. El rey alentaba en sus cantigas a poetas y juglares para que dedicaran sus esfuerzos e inspiraciones a la «Santa Dama», e incluso Alfonso X creó una caballeresca Orden de Santa María de España, a la que dedicó una cantiga.

Existen dudas sobre la autoría directa del rey Alfonso X el Sabio (1221-1284), pero nadie cuestiona su participación como compositor en algunas de ellas, siendo al menos diez de indudable atribución al rey.

Hay un total de 417 cantigas, más una introducción en homenaje a Don Alfonso y dos prólogos. Los textos, la música y las ilustraciones se han conservado más o menos completas en cuatro manuscritos. ​Las Cantigas de Santa María pueden dividirse en dos grupos:

El primero lo forman las narrativas o de mirage, 356, en las que se compendian de historias, milagros y relatos relacionados con la Virgen, bien sea por su intervención directa o por los amores místicos que su figura genera en las almas piadosas. La mayoría están acompañadas por 2640 miniaturas muy coloridas, de un virtuosismo pocas veces igualado, que por sí solas constituyen ya una obra de arte incomparable.
El segundo son las cantigas puramente líricas o de loor, un grupo mucho más reducido (61 para ser exactos). Son elogios de la Virgen o se refieren a festividades marianas o cristológicas. Se trata de poemas más serios, profundos, casi místicos, en los que en lugar de cantar los milagros de la Virgen se reflexiona sobre ella, como en una oración. Estas adoptan la forma de himnos sagrados como los que se interpretaban en la liturgia, pero que sirvieron a la vez de entretenimiento literario y musical en las cortes palaciegas y fiestas profanas, y que de ahí eran transmitidas por los juglares al folclore de tradición popular.

Desde el punto de vista de la historia de la música, está considerada como la colección de música cortesana monódica más importante del siglo XIII. Las melodías están tomadas de la monodia gregoriana, de la lírica popular y de las canciones de los trovadores, y adoptan en su mayoría la forma de rondó, con un estribillo o bordón musical que se repite tras las glosas.

Los códices de la Biblioteca de El Escorial están adornados con profusión de miniaturas. Muchas de ellas han sido de importancia capital para la organografía española, puesto que allí se aprecian los instrumentos del siglo XIII: organistrum, salterio, laúd, viola de arco, rebec, cítara, arpa, trompa, trompeta, castañuelas, cornamusas, dulzainas y muchos otros. Y también se puede investigar cómo se ejecutaban estos instrumentos, que se han podido reproducir para poder tocar esta música. También tiene su importancia al revelar visualmente y con una increíble profusión de detalles, la vestimenta, las costumbres, la sociedad, los productos y la arquitectura y tecnología civil y militar de la época en las seis viñetas secuenciadas en que se resume cada cantiga.

De las Cantigas de Santa María hay cuatro códices conservados, procedentes todos ellos de la propia corte del rey Alfonso X. En el siguiente cuadro se muestra su descrpición y características.