Historia de la composición del cuerpo humano escrita por Juan Valverde de Hamusco

Roma : Antonio Salamanca y Antonio Lafrerÿ, 1556

Juan Valverde de Amusco (Amusco, Palencia, c.1525 – Roma, c.1587) fue un médico y anatomista español.  Se graduó en humanidades por la Universidad de Valladolid. Debido a las restricciones existentes en aquel entonces en España para las disecciones anatómicas, en 1542 se trasladó a Italia, donde estudió en Padua y Pisa con Realdo Colombo y en Roma con Bartolomeo Eustachio.  Ejerció la medicina en el hospital del Santo Spirito de Roma, ciudad en la que se estableció hasta su muerte y en la que ganó fama como médico reputado entre la nobleza. Su primer trabajo, De animi et corporis sanitate tuenda libellus, un tratado sobre higiene, alimentación y buenas costumbres, se publicó en París en 1552, dedicado al cardenal Girolamo Verallo.

De mucha mayor importancia es su obra anatómica, Historia de la composición del cuerpo humano, a la cual debe nuestro autor su prestigio imperecedero. En lengua castellana, el libro sería estampado en Roma (1556) por los impresores Antonio Martínez de Salamanca, Antonio Lafrey y Antonio Baldo de Ansola, conociendo una amplia y dilatada difusión, sobre todo las versiones italianas, la primera de las cuales, Anatomia del corpo humano, salió tan sólo tres años después de la edición princeps y sería reeditada los dos siguientes (1559 y 1560). Desde Venecia, además, se lanzaron al menos otras cinco ediciones: dos en el mismo siglo XVI, en 1586 y 1589, y tres durante la década inicial del XVII, en 1606, 1607 y 1608. El libro de Valverde, sin duda el tratado de cirugía entonces más difundido por Europa, aún se seguía reeditando, en su versión italiana, en una fecha tan tardía como la de 1657. La última impresión veneciana es la del 1682.


En consecuencia, la obra de Valverde alcanzó un grado de difusión bastante considerable. Se trató de uno de los libros de anatomía más leídos durante el siglo XVI, éxito al cual contribuyeron de manera decisiva los excelentes grabados que acompañan al texto, reproducidos con fines docentes y divulgativos en multitud de ocasiones (Christophe Plantin, por ejemplo, los estampó en Amberes en 1566, 1568, 1572 y 1583). La fama del libro también se debió en buena medida a las ediciones de carácter misceláneo, pues fragmentos de la Anatomía que ahora nos ocupa serían recogidos en varias de tales obras junto a textos de Galeno, Vesalio, Fallopio y Anzio, al estilo del volumen que en 1646 imprimió David van Manden. Ya en el siglo XVIII, en fehaciente prueba de su amplia difusión histórica, fue traducido al griego.


A pesar de haberse asentado en Italia, en ningún momento podemos considerar al autor palentino desgajado de la cultura médica española del renacimiento. De hecho, su relación con el movimiento vesaliano español parece bastante más que probada. Y ahí están, como mejor demostración de su explícita voluntad al respecto, la realidad del romance en que redactó su obra y el estrecho contacto que mantuvo en Roma con médicos, pintores y eclesiásticos españoles: Andrés Laguna y Juan de Aguilera, Gaspar Becerra o Pedro de Rubiales, y el cardenal Juan Alvarez de Toledo, entre otros.


Su obra, aparte de mejorar el nivel científico de los médicos españoles, se insertaba en la corriente renacentista que pretendía fomentar, en detrimento del latín, la potenciación de los idiomas vernáculos como lenguas de cultura. Su deseo manifiesto consistía en dirigirse de manera directa a los cirujanos quienes, mayoritariamente desconocedores de la lengua del Lacio, no estaban en condiciones de perfeccionar sus conocimientos profesionales: «Parecíame cosa muy conveniente», indica, «escribir esta historia en nuestra lengua. porque aquellos para quien yo escribo pudiesen mejor gozar de mi fatiga». En numerosos pasajes se advierte una clara conciencia del sentimiento de hegemonia castellana, la lengua y la cultura dominantes a lo largo de toda la Europa renacentista, resultando frecuentes en Valverde, orgulloso de pertenecer a tal nación expresiones del tipo «Nación española», «toda la nación española», «nuestra lengua» o «entre españoles». Y lo cierto es que, en consonancia con su deseo: ser leído por los lectores castellanos, la investigación en las bibliotecas de médicos y cirujanos españoles del XVI ha demostrado la excelente difusión de su obra. La Historia de la anatomía del cuerpo humano circuló con profusión entre los profesionales de la Medicina, penetrando también bastante en el gremio de los artistas pintores interesados por la morfología humana.


El contenido del texto está dividido en siete libros o partes, todas ellas provistas de sendas notas preliminares, privilegios y proemios. La ordenación responde a la pauta vesalina, un orden arquitectural y descendente (desde la cabeza a los pies). Al estilo del Vesalio, acerca del cual de ningún modo debe ser considerado Valverde como mero secuaz o plagiario, pues sus numerosas aportaciones resultan más que sobrados argumentos en sentido contrario, al estilo del Vesalio, decíamos, en la Historia de la composición del cuerpo humano la realidad está observada desde una postura estática. En la idea descriptiva del médico español, los huesos —unidos por ligamentos y movidos por músculos— constituyen el andamiaje que sustenta el resto de los órganos. De ahí que el libro inicial esté dedicado al estudio de huesos y de cartílagos, abriendo el trabajo con la osteología craneal más las del oído, cara y dientes, erróneamente considerados elementos óseos. Las descripciones del hioides, columna vertebral y extremidades completan la estructura del primer libro.

El segundo libro, sobre músculos y ligamentos, tal vez sea el que contenga mayor número de correcciones a las enseñanzas de Vesalio. En los tres siguientes, Valverde aborda con brevedad la morfología de los órganos digestivos y generativos, la cavidad torácica y las formaciones cranoencefálicas, consagrando los dos últimos a examinar el sistema vascular (libro sexto) y los nervios craneales y el sistema nervioso periférico (libro séptimo). Valorando la obra en conjunto, los capítulos más brillantes son los dedicados a osteología y miología, siendo de destacar entre sus mejores aportaciones las reférentes a anatomía ocular y los huesecillos del oído medio.

Mención aparte merece la valiosa iconografía que acompaña e ilustra el texto: cuarenta y dos láminas en la primera edición (1556) y cuatro grabados más en las ulteriores. Las cuarenta y dos láminas de la edición princeps, de gran belleza artística y envidiable precisión anatómica, están en buena medida basadas —como reconoció el propio Valverde— en las que dibujo Van Kalkal para la Fábrica de Andrés Vesalio. A lo largo de los siete libros, las cuarenta y dos láminas se distribuyen de la siguiente forma: siete, consagradas por entero a la osteología en el primero; dieciséis, sobre miología, en el segundo; seis, dedicadas a los órganos de los aparatos digestivo y urogenital, en el tercero; tan sólo una en el cuarto, en la cual están reunidos todos los órganos cardiorespiratorios; tres, a propósito del sistema nervioso central y el globo ocular, en el quinto; cinco en el sexto, todas ellas correspondientes al sistema arteriovenoso y los vasos periféricos; y por fin cuatro sobre los nervios periféricos en el séptimo.

La autoría de las láminas, cuestión todavía sometida a debate, ha venido siendo atribuida a Gaspar Becerra, pero algunas afirmaciones del mismísimo Valverde, quien prodiga cálidos elogios a otro pintor español: el extremeño Pedro de Rubiales, parecen ponerlo en duda. Sin embargo, y aunque el autor nada indique, el estilo de los dibujos corresponde al de Gaspar Becerra, pintor que desde Roma trasladó a nuestro país un patrón estético derivado de la última manera de Miguel Angel.


La Medicina renacentista también debe a Valverde, otra novedad científica cuya referencia, aunque breve, resulta obligada. Nos referimos a la descripción de la circulación pulmonar o circulación menor, crucial descubrimiento que inauguraba la Fisiología moderna. Su acrisolada honestidad intelectual le llevó a confesar que el hallazgo correspondía a su maestro Realdo de Colombo, pero, en cualquier caso, serían dos médicos españoles, Miguel Servet y Valverde, los primeros médicos renacentistas en cuyas obras se diese cuenta de la nueva fisiología de la circulación pulmonar. Ahora bien, la obra de Valverde, a pesar de haberse difundido a lo largo y ancho de toda Europa, carecería de continuadores en la España del XVII. No deja de resultar paradójico —tristemente paradójico— que la Ciencia y la Medicina española, entonces a la vanguardia de las nuevas investigaciones, se hundiese en los últimos años del siglo XVI, volviendo a iniciar un proceso de lenta recuperación al cabo de una larga centuria. Y es que para el movimiento vesaliano, muy bien acogido en primera instancia, también se cerrarían las fronteras. En este sentido resulta de lo más elocuente que, mientras no cesaba de reeditarse en italiano y latín, la maravillosa edición castellana del 1556 nunca —hasta fecha reciente— llegara a estamparse en España. Razones de carácter político e ideológico propiciaron el aislamiento decretado por Felipe II en la Real Pragmática del 22 de noviembre de 1559. A esas razones hay que achacar la brusca interrupción de la esperanzadora realidad científica de la España Renacentista. 

Facsímil en Catálogo Fama
Original consultable en línea en Biblioteca Digital Hispánica