Libro del saber de astrología
Ms. 156. Universidad Complutense de Madrid. 1276-1278
Por los años de 1256 a 1259, es decir, recién ascendido al trono, y continuando una afición que había empezado a cultivar en sus años jóvenes, el rey don Alfonso X de Castilla promovió la traducción del árabe de una serie de obras de astrología, e incluso intervino directamente en la redacción del texto en castellano. Sabios judíos del entorno real llevaron a cabo la mayor parte de estas versiones. La afición del rey don Alfonso por esta clase de estudios, aunque alternando con los de tipo histórico, jurídico o literario, se mantuvo durante años, y en 1276-1277 decidió recopilar estos tratados en un códice, dando lugar al conocido como los Libros del Saber de Astronomía según la denominación de don Manuel Rico y Sinobas en 1863, o Libros del Saber de Astrología, según prefieren denominarlos los investigadores más recientes.
El códice consta de 208 folios según su numeración actual, en la que se contaron también las hojas de pergamino en blanco que se añadieron al restaurarlo en 1977, pero en realidad son 201 folios los que corresponden al original. Las hojas miden entre 40 y 47 cm de altura, y entre 29 y 30 cm de anchura. El manuscrito está copiado sobre pergamino recio pero muy bien preparado.
El códice, tal como se conserva en la actualidad, está compuesto de 31 cuadernos, algunos de ellos incompletos. Aunque mutilada, conserva la primera hoja, con el índice de toda la compilación, por el que podemos hacernos una buena idea del contenido total, pero después de esta hoja fragmentada faltan unos treinta folios que contenían el Libro I de las Figuras de las Estrellas Fijas y el comienzo del Libro II de las Estrellas que son en el Zodiaco. Por tanto, el códice original en su totalidad comprendería unos 38 o 40 cuadernos. De las cuarenta y ocho ruedas de las constelaciones de que constaban los Libros de las Estrellas que formaban la primera parte de esta compilación, sólo conserva el códice en la actualidad dieciocho, la mayoría mutiladas en la parte central donde aparecía la figura de la constelación. Por tanto, el estudio de esta parte debe hacerse a través de las copias conservadas, como la antigua versión florentina de 1341 (Biblioteca Vaticana, Vat. lat. 8174), o las copias del siglo XVI en la Real Academia de la Historia (cod. 9/5707) y en la Biblioteca Nacional (ms. 1197).
El texto del códice fue copiado todo de una misma mano, en escritura gótica textual, con tinta marrón en el texto y roja en los epígrafes de capítulos. Para señalar los comienzos de párrafo se usaron calderones en rojo, y las mayúsculas se decoraron con toques del mismo color.
La lista detallada de los libros que componen la obra son los siguientes:
Libro de la octava esfera (cuatro obras).
Libro del alcora.
Libro del astrolabio redondo.
Libro del astrolabio plano.
Libro de la lámina universal.
Libro de la açafeha.
Libro de las armellas.
Libro de las láminas de los siete planetas.
Libro del cuadrante.
Libros de los relojes (cinco obras).
Las indicaciones del códice nos muestran, por tanto, a Toledo y a Burgos como lugares de su escritura, y también la anotación en el folio 68v. de Sevilla como referente de la latitud parece situarnos en este lugar. Así, aunque a veces se ha señalado a Toledo como lugar en que se copiaría el códice, parece lo más probable que el escritorio alfonsí por esos años estuviese establecido en Sevilla, asimismo lugar de copia para el Libro de los juegos y el más probable para las Cantigas. En Sevilla, sin duda, se conservaron la mayor parte de los códices de la cámara alfonsí —si no todos—, y no sólo los de las Cantigas que donó a la Catedral. Allí seguía en 1341, cuando Gueruccio, hizo la traducción al toscano, con reproducción de las ilustraciones, obra que hoy se conserva en la Biblioteca Vaticana (ms. Vat. lat. 8174).
Parece probable que el códice siguiera en Sevilla en el siglo XV. No sabemos por qué procedimiento pasó a Alcalá a principios del siglo XVI; probablemente formaba parte del lote fundacional con que el cardenal Cisneros dotó a la biblioteca del Colegio Mayor de San Ildefonso. El códice, como otros de la misma procedencia, siguió en Alcalá hasta el siglo XIX. En 1836, una Real Orden de la reina María Cristina ordenó el traslado de la universidad a Madrid, y en 1841 cambiaron de lugar los libros de la biblioteca, instalándose primero en el convento de las Salesas Nuevas, y pocos años después en el antiguo Noviciado de los Jesuitas, en la misma calle. Allí el códice fue estudiado por el catedrático de la Facultad de Ciencias don Manuel Rico y Sinobas, quien entre 1863 y 1867 llevó a cabo la primera edición del texto.
Astronomía y astrología resultan inseparables en la Edad Media y es evidente que Alfonso X creía en la astrología y aprobaba la magia talismánica siempre y cuando no se utilizara -según indican las Partidas- «con el fin de dañar a otra persona». Los colaboradores de Alfonso X dedicaron buena parte de sus esfuerzos a estas tres materias, las cuales, en un programa bien estructurado, debían concretarse en la elaboración de, por lo menos, dos grandes colecciones misceláneas. La primera tendría carácter mágico y a ella debía pertenecer la versión alfonsí del Picatrix, la serie de Lapidarios y el llamado Libro de la mágica de los signos. La segunda sería astronómico/astrológica y está constituida por los célebres Libros del Saber de Astronomía o de Astrología. A las dos colecciones anteriores hay que añadir varias obras independientes, como la Cosmología de Ibn al-Haytam, los Cánones de al-Battani, el tratado sobre el Cuadrante sennero, el Almanaque de Azarquiel, las dos versiones de las Tablas Alfonsíes, el Cuadripartito de Ptolomeo con el comentario de Ali ibn Ridwan, el Libro conplido de Aly Aben Ragel y el Libro de las Cruzes. Resulta muy difícil establecer hasta qué punto algunas de estas últimas fueron concebidas en algún momento de su gestación como parte de los Libros del Saber, si bien finalmente quedaron excluidas del códice regio conservado en la Biblioteca de la Universidad Complutense.