Libro de horas Vaticano Rossiano
Ms. Vat. 94. Biblioteca Apostólica Vaticana. ca. 1500
El valioso manuscrito Vat. Ross. 94 es un códice de pequeño formato (91 x 67 mm.), más pequeño incluso que lo que es habitual en un devocionario. Está escrito en gótico francés, con una caligrafía proporcionada y elegante, y letras muy bien trazadas y conseguidas hasta en el más pequeño detalle; se confeccionó a finales de siglo XV o principios del XVI. Consta de 240 folios (y un folio al final sobre un pliego de pergamino). El pergamino del manuscrito se distingue por su claridad y finura.
En el códice faltan los distintivos y elementos heráldicos del dueño que nos permitirían averiguar su origen y su historia. En consecuencia sólo conocemos su historia más reciente, que corresponde a la historia del Fondo Rossiano, la rica biblioteca del romano Juan Francesco de Rossi, que nació a finales del siglo XVIII y murió en 1854. Era hijo de un famoso literato y bibliófilo; casó en segundas nupcias con la princesa Luisa Carlota de Borbón, hija de Ludovico, rey de Etruria y duque de Parma, y viuda del duque Maximiliano de Sajonia. Rossi, sobre todo después de su matrimonio con la princesa, se dedicó a comprar libros valiosos por toda Europa sin reparar en su coste. Después de su muerte su viuda donó la colección a la Compañía de Jesús, más de 1.000 manuscritos y unos 9.000 libros impresos de gran valor. La Compañía de Jesús llevó la colección a Viena y de allí fueron trasladados de nuevo a Roma, a la Biblioteca Vaticana, en 1921.
En el códice los textos aparecen ordenados de la siguiente manera:
Kalendarium (folios 1"-13'); Salutatio ad sanctam Veronicam (fol. 159; Officium sanctae Crucis (fol. 189; Officium sancti Spiritus (fol. 27'); Missa beatae Mariae Virginis (fol. 34`); Officium beatae Mariae virginis secundum usum romanae curiae (fol. 43`); Officium gloriosissimae Mariae Virginis quod dicitur per totum adventum (fol. 125'); Septem Psalmi (fol. 137'); Officium mortuorum (fol. 163 r); Oratio devotissima ad beatissimam virginem Mariam (fol. 212`); Psalterium beati Iheronimi (fol. 222'); Canticum Athanasii episcopi (fol. 235').
Este manuscrito, como ocurrió con otros manuscritos confeccionados en los «talleres» flamencos, fue ilustrado y decorado por tres pintores.
Uno confeccionó los folios que acabamos de describir en estrecha colaboración con el amanuense. Esto se revela en cada página escrita con sus cientos de pequeñas iniciales, mayúsculas y espacios de relleno iguales en su forma y color. Las iniciales se componen de adornos nacarados y grises; el color central es siempre el mismo, rojo oscuro saturado de llamas y chispas. El segundo miniaturista es el autor de las 24 ilustraciones del calendario y de la inicial en la que está pintado en miniatura el Descendimiento de Cristo de la cruz (fol. 212 r). Probablemente se trata del mismo que decoró de una forma tan perfecta todas las páginas de este pequeño códice. Finalmente mencionamos al artista que minió las 15 ilustraciones más grandes en los medios folios añadidos y que probablemente trabajaba en otro lugar, presumiblemente en el taller de un determinado maestro, a saber, en el de Gérard Horembaut en Gante. En las miniaturas de este pintor aparecen algunas características estilísticas del maestro del taller, si bien débiles, aproximadas y con cierta rigidez; naturalmente esto está condicionado por la repetición de las copias y por los mismos límites impuestos por el propietario. La minuciosa representación arquitectónica de los interiores, la brillante transparencia del paisaje, la esbeltez y el mullido retoño de los árboles son sus señales específicas.
Folio 14v . Imagen de medio cuerpo de Cristo Salvador en rojo, con túnica sacerdotal recamada en oro y su mano izquierda apoyada sobre la bola del mundo coronada por la cruz. Su cabeza desprende rayos dorados sobre un profundo cielo azul-oscuro. (Al comienzo de la oración: «Salutatio ad Sanctam Veronicam»).
Pero son las decoraciones de las páginas del códice, las que representan un perfecto logro y revelan su extraordinaria maestría. Parece como si este artista anónimo hubiera pasado días enteros contemplando la vida en una pradera para plasmarla después con una paciencia de enamorado —las florecillas, cuyos pétalos parecen traspasados por los rayos del sol — y lo ha conseguido con una perfección tal, que parece que se puede respirar el aire perfumado con el que se mueven las delicadas florecillas. Flores de pradera, violetas, margaritas, pequeños claveles con grandes cálices, cardos, ranúnculos, guisantes y sus vainas; también flores silvestres, campanillas, plantas de fresas con sus frutos, y muchas otras más, la flor o el capullo, solas o con el tallo. Para representar la vida de una pradera con mayor realismo el artista ha añadido mariposas con alas de colores o transparentes, cerradas, abiertas o semiabiertas, incluso temblando antes de iniciar el vuelo, insectos, caracoles, pequeñas orugas, impregnados por doquier de terciopelo dorado por efecto del resol.
Como si la fantasía creadora del artista no tuviese suficiente con todo este pequeño y maravilloso mundo, añade otras cosas, y así vemos: joyas, broches, prendedores, pendientes dorados adornados con piedras preciosas, rubíes, esmeraldas, zafiros, collares o rosarios de perlas, de granadas, de corales, de turquesa. Descubrimos también figuras del mundo de la fantasía que confirman la tradición gótica franco-germánica: espíritus de la mitología nórdica, seres hermafroditas, pequeños monstruos, escenas cómicas, seres grotescos de carácter simbólico que reflejan la influencia de Jerónimo Bosch (el Bosco).