Desde que se reunieron el 24 de septiembre de 1810 en la Isla de León, las Cortes Generales y Extraordinarias de la Nación española tomaron una serie de decisiones que evidenciaban la voluntad que las movía. Hicieron visible a la Nación y le dieron cuerpo, considerándose su representación y asumiendo la soberanía que el rey no podía ejercer por estar ausente. Haciendo uso de ella, decretaron la tripartición de poderes (legislativo, ejecutivo y judiciario) y declararon su voluntad de formular una Constitución, concebida en principio como recuperación y arreglo de una constitución extraviada y maltrecha que hundía sus raíces en la historia larga de la Monarquía...

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